Hola soy Marga y tengo 17 años, escribo para contarles una parte de mi vida, que me marcó para el resto de ella.
Fue un 8 de noviembre del 2008, cuando festejábamos el cumpleaños de mi amiga Eli en su casa; había muchos invitados, del barrio, del colegio, familiares y conocidos de la vida. Gente poco feliz, a pesar de que festejábamos un cumpleaños de una amiga, malhumores rondaban por esa terraza. A pesar de eso, estaba muy contenta de poder estar con todas mis amigas.
Como cualquier chica de 15 años no podía salir, ya que mis padres eran muy estrictos a pesar de que estén separados, así que estaba en una situación de aprietos si se enteraban de mi gran mentira, ir a bailar.
Las discusiones entre los invitados eran cada vez más frecuentes, fueron creciendo durante el viaje hacia el boliche. Prefiero obviar las partes del boliche, ya que no fueron tan importantes como las que sucedieron después de habernos des encontrado en el lugar.
Cuando se hicieron las 5 de la mañana, con mi mejor amiga Anto decidimos volver acompañadas de 3 amigos de Eli, primas y gente conocida de ellos que vi esa madrugada.
Borrachas por las calles del barrio de flores, distraídas volvíamos a casa, cuando empiezo a escuchar gritos a mis espaldas, eran Manu y Eze, amigos de Eli, que se estaban peleando a puño y cinturón; al mismo tiempo Anto y las primas.
Borrachas por las calles del barrio de flores, distraídas volvíamos a casa, cuando empiezo a escuchar gritos a mis espaldas, eran Manu y Eze, amigos de Eli, que se estaban peleando a puño y cinturón; al mismo tiempo Anto y las primas.
Mientras ocurría este episodio, interviene la policía arrestando a los chicos. Entre todos ellos estaba yo, ¡sí, yo!, que no había hecho nada. Pueden creer que me metí en un lío terrible, mis padres ahora qué iban hacer luego de enterarse de mi gran mentira, estaba en una situación horrible. Era la única chica entre los detenidos.
Ya era domingo a las 14:30 hs. y seguía en la comisaría sin tener noticias de mis padres, ni de Anto, ni de nadie, me sentía sola.
Pasaba el tiempo charlando con los policías; observaba como ingresaban a la comisaría los delincuentes, mientras tanto para tranquilizar mis nervios y temores, me fumaba unos cigarrillos.
Las horas se hacían eternas, y no había tenido noción de ellas, tanto que ya era de noche, y los policías repetían la misma frase de siempre: " Ya vas a salir , ya vas a salir nena". No creía en esas tontas palabras, ya me las habían repetido mucho, y aún no pasaba nada. Al fin y al cabo todo se dio como pensaba, me terminaron llevando a un instituto de menores.
Allí pasé dos noches, aunque suenen pocas y cortas, fueron interminables y sufrientes para mi. Todavía no había visto a mis padres, y la situación ya me preocupaba demasiado, yo sabía que me estaban mintiendo y que algo se escondían, pero me quedaba callada esperando que algo pasara.
Finalmente vi a mi mamá, en la mañana del martes, cuando me llevaron a declarar a los tribunales, no puedo explicar la sensación de ver como mi madre me tuvo que ver después de dos días y encima con esposas y golpes. Me fui esa misma noche, tras la decisión del juez, que sentenció sacarle mi custodia a mi mama, y dársela a mi padre. Yo estaba condenada a una vida de prohibiciones, y disgustos.
Hoy, martes 3, recuerdo cada hecho con precisión, y me trae a la cabeza la horrible situación que tuve que pasar. Pero saco algo bueno de ello, ahora me doy cuenta en que personas puedo confiar y en cuales no.